Bienvenida la "Educación Sintética"
El mundo está pidiendo cambios urgentes a la forma como lo vemos y como nos relacionamos con él, porque es evidente que la actual visión que tenemos y que guía nuestras acciones, no está logrando generar bienestar, ni satisfacción, ni plenitud. En los lugares más pobres, aún se lucha por sobrevivir al hambre y en los lugares más ricos se libra una batalla contra la insatisfacción y la depresión por la falta de sentido.
Todo inicia con nuestra formación y nuestra educación. Parecen palabras con el mismo significado, pero en realidad inducen a caminos diferentes. La formación es la acción de formar, de dar forma a algo, como cuando tomamos una masa de barro, sin forma, y la moldeamos para darle la forma de algo que sea agradable a la vista, o útil. La educación es la acción de educar. Educar significa guiar, extraer. Guiar para que salga a la luz lo que ya es, ya existe, ya tiene forma.
Hasta ahora, y por varios siglos, hemos estado formando personas; dándole forma para que todos nos parezcamos y “encajemos” en la sociedad y seamos productivos. Los programas de formación deben ser aprobados por el ministerio de educación y buscan que todos los que estén en el mismo grado tengan, más o menos, el mismo nivel de conocimientos. Si una persona no quiere ajustarse al programa de formación es tachado de indisciplinado, poco inteligente o incapaz y solo las personas que se doblegan a los programas de formación son considerados inteligentes, hábiles y aptos para funcionar en el mundo.
¿Qué trae este enfoque como consecuencia?
Personas a las que se les ha deformado su esencia y que, aunque sean capaces de adaptarse, viven la vida insatisfechas y sin claridad de para qué estudiaron lo que estudiaron o para qué hacen lo que hacen y sin poder expresar sus capacidades, ni sus verdaderos dones. Por otro lado, personas traumatizadas y acomplejadas porque “no son inteligentes” y viven la vida pensando que no son buenas, que son incapaces y que nacieron menos favorecidas, por no tener la inteligencia de los exitosos. Al final, un mundo enfermo y lleno de frustración y resentimientos, que nos lleva, sin darnos cuenta, a la violencia, restar valor y a que la humanidad avance muy lentamente y a “trancazos”.
¿Qué necesitamos hacer entonces?
Lo primero que necesitamos hacer es dejar de formar personas y comenzar a educar, entendiendo educar como esa acción de guiar a las personas a extraer sus dones y su máximo potencial. Pero, si cada uno de nosotros es único y con sus propios dones y sus propias motivaciones,
¿Cómo crear un programa educativo que sirva para todos? ¿Cómo homologar los grados en el colegio o las profesiones?
Ese es el primer paradigma que necesitamos soltar: no necesitamos homologar nada, porque no necesitamos homologar la unicidad de los seres humanos.
En los colegios, necesitamos crear grupos por su nivel de madurez en la comprensión del mundo. Desde los niños que comienzan por reconocerse a sí mismos, hasta jóvenes que exploran y experimentan con los fenómenos más complejos de la naturaleza. No importa la edad, ni se necesita haber aprobado ningún examen. De forma matricial, también necesitamos crear grupos de interés, de forma que, los que comparten las mismas inquietudes, compartan el proceso de exploración, donde los más avanzados apoyan a los que apenas inician, estimulando así la cooperación desde que son niños.
Sin que exista una línea que divida el colegio de la universidad, porque la educación nunca termina, las personas pueden seleccionar áreas del conocimiento en las que quieran profundizar, por sus propios intereses y sin la expectativa de ser evaluado, ni el temor a fallar.
Eliminaríamos las profesiones actuales (que ya de por sí muestran estar obsoletas) y “componentizaríamos” el conocimiento para crear “profesiones sintéticas”. Un ejemplo podría ser una persona que sienta una gran pasión por el cerebro humano y decida estudiarlo, tomando todos los programas que permitan profundizar en ese conocimiento. Al mismo tiempo, a esa persona le apasiona la computación cuántica y decide estudiar cómo programar computadores cuánticos. Por otro lado, también le apasiona la música, por lo que toma los cursos para entenderla, tanto desde la perspectiva matemática como sensorial. Para hacer corto este ejemplo, esta persona ha estudiado una profesión que no existe hoy en día y que tal vez nunca más exista, porque fue creada por él mismo. Sintetizó su propia profesión uniendo los elementos relacionados con su pasión.
Su pasión por estas tres cosas lo llevan a conectar los tres tipos de conocimientos y logra crear el mapa del cerebro humano, modelándolo con la ayuda de la computación cuántica y descubriendo un lenguaje de comunicación neuronal que se comporta de forma similar a la armonía que existe en la música. Deja un legado inmenso a la humanidad, que nos ayuda a comprendernos mejor como seres humanos, para evolucionar más rápido y más eficientemente.
¿El resultado?
Una persona conectada con su pasión, expresando su máximo potencial, poniéndolo al servicio de la humanidad y sintiéndose pleno en su interior. A nivel social, una sociedad sana, poderosa y abundante, conformada por personas que se sienten plenas en su interior, expresando su máximo potencial y poniéndolo al servicio de la humanidad.
La buena noticia es que ya existen algunos colegios que trabajan sobre todo con niños pequeños, cuya misión es educar. Guiar a los niños para que ellos mismos extraigan, saquen a la luz sus dones y sus motivaciones. Estos niños disfrutan la experiencia del colegio, porque todo parece un juego y es divertido. Aprenden a reconocerse a sí mismos, a compartir y a reconocer las cualidades de sus compañeros. No existen grados, sino grupos según su madurez y necesidades de exploración. No existen exámenes, ni cuadernos, ni salones, porque el aprendizaje se da en contacto con la naturaleza. No existen profesores porque no hay nada que profesar. Existen guías, que crecen y aprenden al tiempo con los niños. El pensum lo crea cada niño, según sus motivaciones e intereses.
Estos colegios no tienen aprobación del ministerio de educación, porque, por fortuna, no cumplen con los estándares y son considerados de educación no formal.
¿Qué falta entonces?
Faltan más colegios que se lancen a transformar la educación, Faltan más papás que quieran que sus hijos sean los pilares y los protagonistas de la transformación del mundo actual. Faltan universidades dispuestas a “componentizar” la educación, permitiendo que los alumnos creen sus propias profesiones. Faltan empresas que valoren más la actitud y el potencial interior de la persona y menos la formación. Falta que el ente regulador se desprenda de la necesidad de regular y se convierta en el máximo guía que facilite y promueva la creación de más centros de educación y no de formación y, por último, falta que tú y que yo nos desprendamos de todas las creencias limitantes que nos han llevado a jugar el juego que no queríamos jugar y comencemos con iniciar nuestra transformación interior, que será la que guía nuestras acciones para impulsar estos cambios.