La Transformación Digital no solo cambia lo que hacemos; cambia lo que somos

humberto@beeon.co

“La Transformación Digital no solo cambia lo que hacemos; cambia lo que somos”

“No estamos viviendo una época de cambios, estamos viviendo un cambio de época”

Estas frases son muy poderosas y se repiten con frecuencia en foros y seminarios sobre Transformación Digital. Es claro que esta es una fuerza irreversible, que no podemos ignorar y nos invita a ser protagonistas de su creación.

Se dice que la Transformación Digital no es algo que se incuba en las áreas de IT de las empresas y que, aunque se hace posible gracias a las nuevas tecnologías, se trata de modelos de negocio disruptivos que se definen en el mismo nivel donde se determinan las estrategias corporativas.

Menos se habla y se comprende, cómo impacta esta tendencia, a las personas en sus trabajos, por lo que quiero compartirles algunos datos y sembrarles algunas reflexiones:

El significado del trabajo está cambiando. El trabajo es, cada vez, menos presencial y más difícil de controlar según los estilos tradicionales. La contratación es más flexible. Las plataformas hacen que algunas empresas tengan colaboradores, pero no tengan empleados. La línea que separa el tiempo en el trabajo del tiempo fuera del trabajo se hace cada vez más difícil de diferenciar.

Según la Universidad de Oxford, el 47% de los empleos actuales podrán automatizarse. Esto significa que desaparecerán funciones que hoy desempeñan 1.600 Millones de personas en el mundo.

8 de cada 10 jóvenes entre 20 y 30 años encontrarán un empleo relacionado con el ámbito digital, en trabajos que aún no existen. Si nuestros hijos no tienen claro lo que harán en el futuro es, probablemente, porque su trabajo no ha sido inventado aún.

Estamos entrando en la economía de la Experiencia.

La inteligencia artificial, el Big Data y la computación cuántica ponen en evidencia algo muy fuerte y de gran impacto para la humanidad: No es importante lo que sabes, sino lo que eres.

Muchas veces nos identificamos con nuestra profesión, o con el cargo que desempeñamos en la empresa. Si nuestra profesión se hace obsoleta e innecesaria y si perdemos el trabajo, ¿dónde queda nuestra identidad si siempre creímos que éramos nuestra profesión, o nuestra posición?

Las máquinas harán el trabajo mucho más rápido, más preciso y más económico que los humanos. Eso no nos debe asustar, ni debemos sentir que estamos en una situación de competencia contra ellas. Por el contrario, las máquinas nos liberarán de eso que no somos y nos permitirán desarrollar y mostrar lo que somos.

Maslow identificó que los seres humanos necesitamos satisfacer una serie de necesidades, desde la más básica de supervivencia, hasta la más elevada de trascendencia. La evolución de la humanidad ha seguido ese camino ascendente y lo podemos ver claramente en el campo laboral.

El hombre primitivo trabajaba para buscar el alimento para subsistir. Con el tiempo, la humanidad, en general, ha venido satisfaciendo esas necesidades básicas y ha estado descubriendo otros aspectos que le dan sentido a sus vidas y satisfacen necesidades superiores: El confort, el ocio, el tiempo para compartir con familia y amigos y el sentir, desde la sensación de éxito y reconocimiento, que lo que hacemos genera impacto en los demás.

Para la mayor parte de la Humanidad, estos son logros alcanzados y es por esto por lo que estamos entrando en un cambio de era, en la que los seres humanos buscamos nuestra realización a través de encontrar el sentido y propósito a lo que hacemos. No es que el dinero y el confort no nos importe o no nos atraiga; es que ya lo damos por seguro, al menos en la proporción mínima necesaria para sentir que estas necesidades están satisfechas.

Aquí es donde se unen nuestros deseos y lo que las empresas necesitarán de las personas, a medida que las máquina vayan tomando el lugar que hoy ocupamos los humanos. Esto representa un reto, tanto para los líderes en las organizaciones, como para sus miembros.

El estilo de liderazgo ha venido evolucionando, de un estilo impositivo que solo valoraba la mano de obra, a uno participativo que valora la inteligencia y la capacidad de diálogo. Pero esto no es suficiente en este cambio de era; se necesita un estilo de liderazgo que valore y reconozca al ser humano de forma integral, tanto su mano de obra, como su inteligencia y su parte emocional y espiritual y permita que estas tres dimensiones se expresen en la organización para generar bienestar y valor.

Las personas necesitamos, por nuestra parte, reconocernos a nosotros mismos en estas tres dimensiones y entender que lo que más tenemos para aportar no es lo que sabemos, sino lo que somos. Que somos más productivos, creativos e innovadores cuando tenemos un claro sentido de propósito. Que lo que nos mueve no es el dinero, sino esa conexión mágica de trascendencia que nos hace sentir felices. Que el dinero es solo el resultado de dar y de servir y que cuando servimos desde ese claro sentido de propósito, entregamos valor y experiencias únicas a los demás.

La humanidad va por buen camino y la transformación digital es un catalizador que nos ayuda a despertar nuestra conciencia sobre nuestro propósito primordial de servir desde lo que somos y de aprender a ser felices.