Equidad de Género o Equilibrio de Energías?
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Cada vez más vemos organizaciones con políticas relacionadas con la equidad de género. Estas políticas buscan asegurar un número lo más equilibrado posible entre hombres y mujeres en la organización y, en especial, en cargos de dirección.
Esta iniciativa nace del hecho de que en la mayoría de las organizaciones hay más hombres que mujeres y que, por lo general, los hombres tienen salarios más altos para cargos de responsabilidad similar. A raíz de esta política, si los indicadores de porcentaje de mujeres están por debajo de la meta, preferirán contratar mujeres que hombres, hasta que se logren los indicadores, o viceversa.
Es claro que las mujeres vienen ganando terrero en todos los ámbitos de la sociedad, por mérito propio. Es claro que, por años, las mujeres han sido discriminadas y sus capacidades han sido ignoradas. Todo esto ha creado un movimiento que busca la “equidad de género” y que se reconozca que mujeres y hombres somos iguales.
En lo personal no me gusta el término “equidad de género”, porque tiene implícitos los conceptos de “inequidad” y “victimización”. Prefiero pensar hacia adelante, pensar en las posibilidades y en las ganancias de trabajar juntos hombres y mujeres. Me gusta más el término “equilibrio de género” o “equilibrio de energías”.
Este concepto se basa en asegurar un equilibrio creador de las energías masculinas y femeninas al interior de las organizaciones y no en simplemente buscar que haya un número igual de hombres y mujeres, solo porque sí.
Lo primero es reconocer que los hombres y las mujeres no somos iguales; de hecho, somos bastante diferentes y en esas diferencias es donde radica el poder creador.
Toda creación surge de la combinación de las energías masculinas y femeninas. Por eso, no es posible la gestación, si no existe antes la fecundación. Cada aporte es necesario y no puede ser remplazado por su contraparte.
Las organizaciones más productivas tienen en equilibrio sus energías masculinas y femeninas y aprovechan las cualidades particulares de cada una. Usar energías masculinas donde se requieren energías femeninas y viceversa es una pérdida de energía y, por lo tanto, de eficiencia.
En las organizaciones, las energías masculinas están asociadas con el énfasis en los resultados. Esto asegura el logro de las metas inmediatas, pero tiene algunos puntos débiles: es posible lograr resultados en el corto plazo, comprometiendo los de largo plazo. Además, corremos el riesgo de tener “tropiezos” con nuestros valores, afectando la reputación y la sostenibilidad.
Las energías femeninas, por el contrario, están más asociadas con el proceso, con el cómo lograr los resultados, con el largo plazo, la sostenibilidad y los valores.
Cuando combinamos estas dos energías, en equilibrio, tenemos organizaciones capaces de lograr resultados extraordinarios de forma balanceada en el corto y largo plazo, desde la comprensión de que no solo importa el qué, sino también el cómo, manteniendo la integridad.
Hombres y mujeres tenemos las dos energías dentro de nosotros, existiendo una mayor carga de energía masculina en los hombres y de energía femenina en las mujeres. Este concepto es igualmente válido cuando consideramos la orientación de género. La habilidad de los buenos líderes está en lograr el equilibrio creador.
En mi vida personal, muchas veces hemos afrontado con mi esposa retos complejos y ha sido extraordinario, casi mágico, la forma como alguno de los dos aporta un elemento, una idea y el(la) otro(a) la toma para rematar con la solución. Es poderosa esa combinación y reconocer que, cuando trabajamos combinando nuestras energías, resolvemos los retos mucho más rápido y de forma más eficiente.
Los invito pues a pensar hacia adelante. Soltar la carga de injusticia y victimización del pasado, que los muevan menos los indicadores y más el deseo de construir organizaciones equilibradas, aprovechando las características únicas y poderosas de las energías femeninas y masculinas.